En debut contra Venezuela en Eliminatorias, un triunfo apretado alcanzó para liderato parcial.
Había que ganar y se hizo. Otro día será el baño de confianza, el golpe de autoridad en Barranquilla, la superioridad en el papel que no llegó a la cancha.
La necesidad era ganar de local y la victoria 1-0 contra Venezuela alcanza para sumar los primeros tres puntos, que eran innegociables. Después, no sobró casi nada, de hecho se pasó algún susto y se echó de menos ese equipo letal, lleno de fórmulas ofensivas, intenso, insaciable. Bueno, era la primera vez que había puntos en juego, la presión iba a pesar.
Fue un primer tiempo chato, básicamente el partido que soñaba Venezuela: sin conexión ofensiva en la mitad, la pelota iba de Cuadrado a Díaz más deambulando que circulando, no había socios para una pared, faltaba chispa, nadie hablaba el idioma del sacrificado hombre de Liverpool y, en consecuencia, Santos Borré, Arias y los llamados a definir morían de tedio.
En cambio, Ángel cabeceó mal y en la siguiente acción también Herrera perdonó y Vargas puñeteó justo a tiempo un cobro de costado… Venezuela lo hacía mejor. Porque lo mejor de Colombia era la jugada de gol de Díaz, bien anulada por fuera de lugar en la única combinación que logró con Borré, porque solo una vez se asoció Uribe con Cuadrado y salvó el portero rival, porque cuando ya no había tiempo más que para el descanso, por fin se entendió que si nadie se ofrece al pase el fútbol se apaga. Sí Uribe, es contigo..
Pero vino el complemento, Lorenzo entendió que había que sumarle talento a todo el corazón que ya había y llegó Carrascal, el que recién se bajó del avión para liderar la salida en el medio, abrir la pelota a Arias, centro preciso al medio del área y por fin una que le quedó a Borré fue gol. Sí, la llave de intensidad y magia estaba guardada en el banquillo… y no eran ni James ni Quintero.
Otra vez Carrascal, el que habla fluidamente el idioma de Díaz, tuvo una opción que definió mal y le sirvió a Lucho el pase que se fue apenas arriba y que en todo caso lo pillaba de nuevo en fuera de lugar.
Llegaría James para el cierre y en un par de toques se ganaba aplausos. Los duelos los perdía, pero seguía siendo el 10, el que le servía un balón de gol a Díaz en la cortina de Carrascal y el que acompañaba cuando, sobre el final, Díaz no lograba definir y a Uribe le rebotaba la pelota en el cuerpo. El cansancio llegaba también al partido… de lado y lado.
Llegaría Barrios para asegurar el medio y también Sinisterra y Durán tenía a los 90 el segundo pero el cabezazo lo tiró por arriba. La cortina por fin caía con la satisfacción de la victoria y la deuda de la exhibición. Habrá más opciones, por fortuna. Hoy el examen se superó. Nada más que agregar.
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